Respiraba con un jadeo continuo

El segundo de mis hijos nació a los siete meses de gestación y sólo pesaba dos kilos y medio. A las pocas horas de nacer le fue diagnosticada una hemorragia cerebral que le provocó un cuadro de insuficiencia respiratoria muy grave.

© Jennifer Pack-baby feet

Me dijeron que, debido a la afectación cerebral, no tenía tono muscular alguno. Respiraba con dificultad con un jadeo continuo.

En la radiografía de tórax que le habían hecho, aparecía el pulmón totalmente encogido, como sin desplegarse. Su jadeo era tan penoso que pedí que se lo llevaran de mi habitación, porque no podía soportar sentir cómo se moría mi hijo sin poder hacer nada. No fue posible porque no había habitaciones libres en la clínica.

Cuando me quedé sola con mi hijo recién nacido, pedí con enorme fe la intercesión de Montse Grases, cuya causa de canonización estaba iniciada y a quien yo había conocido y tratado en los últimos años de su vida, entre 1957 y 1959. Le pedí que salvara la vida de mi hijo.

Al rato, el jadeo se fue haciendo más suave hasta que desapareció por completo su quejido. Vino entonces el médico de guardia a la habitación y notó que, efectivamente el niño daba señales de tener tono muscular.

A las diez o doce horas de estos sucesos, le practicaron una nueva radiografía de tórax y se vio que el pulmón estaba completamente normal. A partir de aquel momento el niño se desarrolló ya normalmente.

El día anterior, a la vista de la gravedad del niño, pedimos una consulta a un prestigioso médico con el que teníamos relación. Cuando llegó, se encontró con el niño perfectamente recuperado. En un primer momento, no comprendió la razón de haberle avisado con tanta urgencia pero vio entonces la radiografía de unas horas antes y reconoció que no había visto nunca un pulmón tan cerrado. Se quedó sorprendido de la recuperación.

Cuando lo presentamos solemnemente en la iglesia, una enfermera ya lo había bautizado de urgencia en el momento de nacer, le pusimos como primer nombre el de su padre y, como segundo, el de Salvador, porque considerábamos que se había salvado milagrosamente.

Actualmente aquel pequeño de entonces está estudiando telecomunicaciones con muy buenas calificaciones. No le ha quedado ninguna secuela de la lesión cerebral que tenía al nacer.

Yo he atribuido siempre su curación a la intercesión de Montse Grases, a quien lo encomendé con tanta fe en un momento tan difícil.

C.F.B.