La vuelta al mundo en una vida

Angel Miquel Aymar nació en México, vivió en Barcelona y desde hace cuatro años reside en Bratislava, donde estudia Comunicación del Marketing.

“En mi familia lo de viajar en busca de aventura lo llevamos en la sangre. Mi padre se fue con mi madre a vivir a México cuando tenían 25 años de edad. Allí nacimos mis hermanos y yo. Tengo un tío indio del que siempre presumo. Una de mis tías vive en Roma aunque todo el día va de acá para allá. Y finalmente Menchú, mi tía abuela, vive en Bolivia desde hace no sé cuántos años. Así que el asunto genético nos viene de largo. Y como es lógico finalmente me llegó el turno a mí”.  

“Cuando el director de Foiró, el centro del Opus Dei al que acudía en Sant Cugat, me preguntó si quería irme a vivir a Eslovaquia le contesté: ¡Venga, ya!, ¿qué quieres?. Pero como me dijo que no iba en broma me quedé de piedra. Yo siempre había querido ir a empezar la labor del Opus Dei en Cuba, el país del Caribe y los puros, pero cuando me dijo que donde hacían falta numerarios era en Eslovaquia no pude más que quedarme de piedra.“ 

“Aunque, bien mirado, para darle la vuelta al mundo también hay que pasar por Europa central, así que después de consultar en el Atlas dónde queda Eslovaquia, le dije al director que me encantaría irme para allá. Su respuesta:No, no. Así ni de broma. Primero vete al oratorio a rezarlo y ya me dirás a ver qué. Y el qué, finalmente fue un sí.

Con mi familia en Barcelona

“Después de esta escena os podéis imaginar los días que siguieron. Contárselo a mis padres, a mis hermanos, a los amigos, arreglar papeles, preparar el viaje, equiparme para el invierno eslavo... Una aventura”.

“Desde que estoy aquí todos los años mi familia ha venido a visitarme a mí y a mis amigos de Bratislava. El verano pasado les devolvimos la visita. Nos fuimos unos diez eslovacos y yo a conocer Barcelona y Torreciudad a finales de verano. Desde luego que en Sant Cugat nos recibieron con los brazos abiertos y no sólo mis padres y hermanos sino que también mis abuelos, tíos y antiguos amigos. A uno de mis amigos eslovacos, Vajanko, le perdieron la maleta en el avión. Y ya que mi hermano Ferrán es más o menos de su talla le prestó ropa para esos días. Mi madre para quitarle un poco a Vajanko el trauma de haberse quedado sin maleta aprovechó la ocasión para estar muy atenta con él. Tanto es así, que al segundo día ya sabía cuál era el helado que más le gusta a Vajanko y no dejó de servírselo.”

Bratislava

“Aunque Vajanko no quiso quedarse de brazos cruzados y aprovechó ese mismo diciembre para tener un detalle con mi familia invitándonos de visita a su casa. Como ya era invierno (y aquí hace un frio que pela), es bastante común que nieve. Por eso en las casas la gente se quita los zapatos al entrar para evitar manchar o mojar las alfombras. Al ir de visita a casa de Vajanko les dije que tenían que quitarse los zapatos y uno de mis hermanos soltó: “¡Toma ya!, como los japoneses”. Lo mejor de esa visita fue el clásico brindis de aguardiente que es costumbre en Eslovaquia. Según mi hermano Ferrán sabe a Listerine. Cosas de la cultura, porque cuando a los eslovacos les ofreciamos jamón serrano a ellos les supo a carne cruda. Y los dulces picantes mexicanos que me trajo mi hermana a los eslovacos les saben a rayos.”

“Mi experiencia es que adónde quiera que vaya siempre me encuentro con el mismo ambiente de familia. Haces amigos de todos los tipos pero en el fondo bien parecidos (el simpático, el empollón, el buenazo...). Para que vayáis conociendo a mis amigos eslovacos os envío una foto que nos sacamos en Roma esta Semana Santa pasada durante el congreso UNIV”. 

En el UNIV, en Roma

“Así que la aventura de viajar por seguir a Dios es fenomenal donde quiera que estés. Aquí en Eslovaquia se dice que všade dobre, doma najlepšie (en todas partes se está bien, pero en casa se está mejor). Y eso es mi vida en el Opus Dei, estar siempre en casa aunque poco a poco vaya dando la vuelta al mundo”.