La vuelta al colegio de la familia Courtois

Florence y Denis Courtois viven en París, están casados y tienen seis niños. La vuelta al colegio de los pequeños supone una "revolución" en la familia, que se vive mejor con espíritu cristiano.

La familia Courtois al completo.

Florence, el inicio de las clases es a veces un poco estresante, también para los padres. ¿Cómo lo vivís?

Aunque nunca podemos evitar las prisas del último momento, intentamos anticiparnos un poco para que el cambio no sea muy brusco. Ya al final de las vacaciones, procuramos reinstaurar el ritmo escolar (sobre todo, la hora de acostarse y levantarse). Además, los últimos días de vacaciones los celebramos especialmente, para que el inicio del año nos sorprenda con fuerzas.

¿Y habéis pensado ya a las actividades extraescolares?

Sí, las seleccionamos juntos, en función de las preferencias de los hijos y de nuestras posibilidades. Mi marido y yo hablamos mucho sobre cada uno, de modo que, por ejemplo, al que es más tímido le orientamos a una actividad artística; y al que es un poco egoísta, a un deporte de equipo. Porque no se trata de "ocupar" a los hijos, sino de formarlos. Si una actividad extraescolar no educa o rompe el normal funcionamiento del resto de la familia, la interrumpimos.

"Dios nos ha confiado a nuestros hijos. Espera de nosotros que les preparemos para ser autónomos, libres, capaces de afrontar la vida. Por eso, educar no es tanto combatir los defectos como acrecentar las cualidades de cada uno".

Y en general, preferimos limitar las actividades de los hijos durante el fin de semana, ya que es el momento en que podemos vernos, conocernos, escucharnos... Si esas actividades se convierten en una carga familiar -p.ej. un torneo de fútbol que se celebra en domingo-, no vale la pena. Como norma, con flexibilidad, fijamos a cada hijo dos actividades extraescolares: una deportiva y una intelectual.

¿Cuál es vuestro objetivo como padres?

Como madre, desde que cada hijo nace, me digo: debo ayudarle a que crezca libre, capaz de decir sí a lo que Dios espera de él o de ella . Dios nos ha confiado a nuestros hijos. Espera de nosotros que les preparemos para ser autónomos, libres, capaces de afrontar la vida. Por eso, educar no es tanto combatir los defectos como acrecentar las cualidades de cada uno, regar las buenas plantas para que ahogen a las malas hierbas que todos dejamos crecer dentro. Todo eso nos ayuda a pensar en el año que ahora comienza.

¿Tenéis en cuenta las actividades de formación para gente joven que ofrece el Opus Dei?

Como padres, sabemos que en la educación de un hijo influyen tres componentes: los padres, el colegio y los amigos. Por eso, y especialmente durante la adolescencia, es fundamental que al menos otro de esos componentes coincida con nuestro proyecto educativo. Si el ambiente escolar nos agrada, puede bastar. Pero quizá hoy día no sea suficiente. Por eso, animamos a nuestros hijos a que frecuenten un juvenil donde se organizan actividades y pueden conocer el espíritu del Opus Dei y un ambiente humano magnífico. Nosotros les invitamos a probar, luego, ellos deciden.

¿Cómo les ayudáis con las tareas del colegio?

Procuramos ser exigentes en este punto desde el primer día, también con los hijos más inteligentes. Es muy importante para forjar su voluntad, para que cada niño dé lo mejor de sí mismo. Una vez que se les ha encarrilado en esta dirección, se les puede dejar solos. Lo contrario es muy difícil. Diría que imposible. Los padres tenemos que estar atentos al inicio: cuando llegan las calificaciones, poco se puede hacer ya.

Denis, ¿cuál es el papel del padre ahora que comienza el curso escolar?

El diálogo entre marido y mujer sobre los hijos es fundamental. Yo fuerzo un poco mi horario para estar en casa pronto para estar con mi mujer y poder resolver las dudas de los niños. Es fundamental proponerles soluciones sensatas a sus problemas adolescentes o infantiles. Padre y madre pueden ayudarse mutuamente cambiando impresiones sobre los hijos, sin guardarse para sí informaciones que sólo dañarían a la educación de los hijos.

¿Y cómo hacer cuando se tiene mucho trabajo?

Es verdad. A veces es muy tentador quedarse en el despacho a trabajar hasta muy tarde, dejarse ver por el jefe, quitarse la presión para el día siguiente... en vez de llegar a casa pronto para comentar el día, ayudar a los niños en los deberes, o bañar a los más pequeños. En ocasiones, será necesario quedarse en la oficina. Pero siempre habrá que preguntarse: ahora, ¿dónde me necesitan más, aquí o en casa? Y responderse con sinceridad.

San Josemaría Escrivá decía que los hijos son nuestra mayor riqueza, y que hay que estar dispuestos a todo -a renunciar a un ascenso o a recibir una crítica en el trabajo- para cuidar este tesoro. Es una cuestión de prioridades.