Definición de los requisitos para el cargo de líder de la Iglesia católica, según el papa Francisco.

El Vicario Regional del Opus Dei en Uruguay comenta en este artículo la respuesta que dio el Card. Jorge Mario Bergoglio a la pregunta "¿qué perfil debe tener el nuevo papa?”, poco antes del cónclave en el que fue elegido Papa.

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Al escribir estas páginas, la opinión pública aún está asimilando la figura del papa Francisco y seguramente, cuando este artículo llegue a los lectores de la Revista, habrá muchas más frases, gestos y anécdotas que comentar.

Me gustaría detenerme ahora en unas palabras suyas, que pueden ayudar a entender la figura del actual romano pontífice. El 23 de febrero, pocos días antes de que Jorge Mario Bergoglio viajara a Roma, para participar en el Cónclave en el cual fue elegido como sucesor de San Pedro, recibió en Buenos Aires a unos representantes del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, que –entre otras– le formularon la siguiente pregunta, de particular interés en las circunstancias actuales: “Para usted ¿qué perfil debe tener el nuevo papa?”. El actual papa les dio una sintética y ordenada respuesta, en la que enumeró cuatro elementos, en orden de importancia, que dan una perfecta definición de cuál es la naturaleza de la misión de la Iglesia y del romano pontífice.

La respuesta fue la siguiente: “Les voy a decir cosas evidentes pero son las cosas en las que yo creo. Primero, tiene que ser un hombre de oración, un hombre profundamente vinculado a Dios. Segundo, tiene que ser una persona que cree profundamente que el dueño de la Iglesia es Jesucristo y no él y que Jesucristo es el Señor de la historia. Tercero, un buen obispo. Debe ser un hombre que sabe cuidar, acoger, tierno con las personas, que sabe crear comunión. Y cuarto, debe ser un hombre, ahora, que ayude a reformar la Curia”.

Sugiero releer despacio la frase anterior, porque en su brevedad nos ofrece las claves para comprender la naturaleza profunda de la función de un papa. Son la “definición de los requisitos para el cargo directivo” más importante en la Iglesia católica.

En primer lugar, por encima de condiciones de gobierno y de dirección, se requiere que sea una persona muy rezadora, con criterios sobrenaturales. Lo que resulta lógico a la luz de la segunda característica: estar convencido de que la Iglesia no es una empresa, ni un sindicato, ni una estructura sociológica, meramente humana: la Iglesia católica es, sobre todo, una institución de carácter espiritual y humano, fundada por Jesucristo.

¿Quién es por lo tanto el Jefe de la Iglesia? Jesucristo. ¿A quién hay que rendir cuentas? A Jesucristo. ¿Qué hay que hacer para estar en sintonía con el Jefe, con sus objetivos y sus prioridades? Hablar con Él, tratarlo, conocerlo. El Santo Padre debe dedicar parte importante de su tiempo a fomentar un “profundo vínculo con Dios”, como dice el papa Francisco. Y, por lo tanto, quien no tiene fe en Jesucristo o lo ve como un personaje bondadoso que existió hace siglos, no puede entender la naturaleza más profunda de la Iglesia, ni comprenderá que sus medios fundamentales no son económicos, sino que son los sacramentos.

Así procuró explicarlo, una vez más, el mismo papa Francisco a los 6000 periodistas reunidos en el Aula Paolo VI el 16 de marzo: “Cristo es el Pastor de la Iglesia, pero su presencia en la historia pasa a través de la libertad de los hombres: entre estos, uno viene elegido para servir como su vicario, sucesor del apóstol Pedro, pero Cristo es el centro, no el sucesor de Pedro: es Cristo. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin Él, Pedro y la Iglesia no existirían ni tendrían razón de ser. Como ha dicho en varias ocasiones Benedicto XVI, Cristo está presente y conduce a su Iglesia. En todo lo que sucede el protagonista es, en última instancia, el Espíritu Santo. Él ha inspirado la decisión de Benedicto XVI por el bien de la Iglesia; Él ha dirigido en la oración y en la elección a los cardenales”.

Volviendo a las condiciones para el cargo de romano pontífice, el cardenal Bergoglio colocaba después, en un tercer lugar, las características “humanas” del gobierno. Y aquí, el actual papa señala –otra vez sorprendiendo– no unas condiciones de gestión, de eficacia, de inteligencia, de estudios, sino de dedicación, de entrega abnegada a las personas, de olvido de sí mismo, de preocupación por los demás: ser un buen pastor, “que sabe crear comunión”, que subraya lo que une, no las diferencias. Todo esto resulta coherente con el mandamiento del Señor, en la Última Cena, el día previo a su Pasión y Muerte: “Quiéranse mucho, perdonen. En esto tienen que reconocer los demás que ustedes son discípulos míos: en que se quieren los unos a los otros” (cfr. Jn, 13, 34-35). ¡Cuántas veces olvidamos este mandamiento y nos dejamos llevar por envidias, rencores, antipatías! En las relaciones laborales, por ejemplo, cuántas veces omitimos en el trato con los demás las más elementales demostraciones de reconocimiento de su dignidad…

En último lugar, como cuarta condición de gobierno del papa, el actual pontífice mencionaba lo que tantos “expertos” en cuestiones de Iglesia suelen poner en primera posición, ignorando quizá que la estructura de gobierno (la Curia romana) es solo un medio. Por esto, para que sea siempre un buen medio, el papa debe “ayudar” (no imponer) a que esa reforma se haga con el espíritu de las tres condiciones señaladas previamente: rezando, sin perder de vista que la Iglesia es de Jesucristo (no del papa ni de los cardenales ni de los obispos) y con un enfoque prioritario por las personas más que por las estructuras.

Estas cuatro condiciones que brevemente hemos comentado representan todo un programa de gobierno, que nos da muchas luces para nuestra vida personal.

Termino con otras palabras del papa Francisco a los 6000 periodistas reunidos en el Aula Paolo VI el 16 de marzo: “Es importante, queridos amigos, tomar en cuenta este horizonte interpretativo, esta hermenéutica, para centrarse en el corazón de los acontecimientos de estos días. De aquí nace un renovado y sincero agradecimiento por los esfuerzos de estos días particularmente difíciles, pero también una invitación a conocer más y más la verdadera naturaleza de la Iglesia, y también su camino en el mundo, con sus virtudes y sus pecados, y conocer las motivaciones espirituales que la guían y que son los más auténticos para entenderla”.

Mons. Carlos María González // IEEM, "Revista de negocios", nº 64, abril 2013.