Con la llave equivocada

Estaba pasando unos días en el campo, con mis hijos. Era verano y hacía muchísimo calor. De pronto comenzó una tormenta de viento frío y abrí todas las ventanas de la casa para que refrescara.

A pesar de haber puesto una tranca en la puerta de mi dormitorio, ésta se cerró de golpe. Probé todas las llaves que encontré y ninguna abrió. En mi dormitorio tenía los medicamentos que mi segundo hijo, asmático, necesita tomar de mañana y de noche, y estábamos a más de 80 kilómetros del pueblo más cercano, donde podría adquirirlos.

No tenía locomoción, ni un cerrajero cerca.

Recé la estampa de Josemaría Escrivá, diciéndole que sólo él podría abrir esa puerta y por supuesto, la abrió. Dentro del dormitorio encontré las llaves de esa puerta. Con ellas en mi poder, tranqué de nuevo e intenté abrir con la llave que había usado anteriormente, sin éxito.

R.O.