Una historia de remo, maratones y familia

Mi nombre es Juan Manuel Florido, tengo 39 años, soy profesor de educación física en un Colegio de Sevilla y mi afición es correr maratones. Hasta aquí no hay nada especial, pero si le añadimos que estoy casado y tengo 5 hijos, esperando el sexto, seguramente cambia un poco la cosa. Y si encima considero esta afición como un medio que me puede ayudar a acercarme a Dios, todavía cambia más.

Con toda la familia en un cross de Sevilla

Antes de practicar atletismo popular me dedicaba profesionalmente a otro deporte: el remo. Este deporte ocupaba el centro de actividad diaria siendo una etapa muy cómoda en mi vida, ya que empleaba el tiempo de trabajo exclusivamente a entrenar y competir. Aunque es verdad que el deporte me ayudaba a desarrollar ciertas virtudes (esfuerzo, responsabilidad, sacrificio, disciplina, etc.) no le daba el sentido pleno que cualquier actividad humana requiere.

Tenía que afrontar una posible clasificación para los Juegos Olímpicos de Pekín y a la espera del nacimiento de mi tercer hijo, me daba cuenta que algo no iba bien

Mi último año en la etapa de remero, y cuando tenía que afrontar una posible clasificación para los Juegos Olímpicos de Pekín y a la espera del nacimiento de mi tercer hijo, me daba cuenta que algo no iba bien. Me costaba mucho compaginar mi vida familiar con la vida deportiva, y aunque contaba con el apoyo incondicional de mi mujer, algo fallaba. Entonces decidí radicalmente dejar mi carrera deportiva para dedicarme a mi familia.

Con toda la familia, tras la maratón de Sevilla

Por aquel entonces, todavía no había oído hablar de santificación de la vida ordinaria ni de nada parecido, y por supuesto tampoco que una afición personal pueda ser un medio que nos acerque a Dios.

Comencé con mi nueva etapa de corredor aficionado a la vez que conocía las enseñanzas de San Josemaría. Y a partir de entonces, mi vida deportiva adquirió una nueva dimensión, ya que empecé a comprender que cabe ofrecerla a Dios y así acercarme a Él.

Mis hijos también aprovechan estas ocasiones para participar en competiciones.

Juan Pablo II era un gran deportista y veía la práctica del ejercicio físico como una escuela de virtudes. En las numerosas audiencias a gente de este mundo, les instaba a poner el deporte como un medio de crecimiento personal al servicio de Dios, y afirmaba que la actividad deportiva fomenta los valores familiares. Conciliar el deporte con la vida familiar adquiere ahora el verdadero sentido en mi nueva etapa de corredor popular, y -¿por qué no?- una ayuda para acercarme a Dios.

Conciliar el deporte con la vida familiar adquiere ahora el verdadero sentido en mi nueva etapa de corredor popular

Yo estaba acostumbrado a irme de concentraciones y regatas dejando a los míos en casa. Al apuntarme a las carreras, mi mujer me dijo ellos irían a verme. De hecho, que no se me pasara por la cabeza apuntarme a una carrera en la cual no contara con la presencia de toda la familia. Y eso es lo que hacemos. Siempre vamos juntos a las carreras y solemos aprovechar el día para comer fuera, hacer turismo y quedar con otras familias. Solemos buscar carreras en las que a la vez haya competiciones de pequeños, para que así mis hijos también puedan participar. Me encanta llegar a los últimos metros de la carrera, justo antes de la meta, para ver a los míos que están gritando “¡papá, papá,…!” A ellos les gusta contar los corredores que hay delante de mí para informarme del resultado. En muchas ocasiones estudiamos el recorrido para ver la posibilidad de encontrarnos en varios puntos por donde pasa la carrera.

Cuando vamos a las carreras nos tienen “identificados” ya que siempre vamos todos y son frecuentes los comentarios por este motivo. Un día esta circunstancia solucionó un problema: además de mi prueba también había carreras de niños, y se unió la confusión de mi calentamiento con las carreras infantiles y se nos despistó la pequeña (tenía 2 años). No nos dimos cuenta hasta que el “speaker” dijo mi nombre por los altavoces, reconociendo que era nuestra hija (por las veces que nos había visto en las otras carreras), y me llamó bromeando para que fuera a recogerla.

Las carreras populares son un buen plan para la familia, en el que todos disfrutamos.

Aunque las carreras son en domingo, no perdemos el sentido principal de este día, y solemos buscar la misa de algún pueblo cercano. También aprovechamos los viajes en coche para rezar el rosario en familia.

A la hora de entrenar, tenemos claro que no podemos alterar las tareas diarias que los niños demandan e intento buscar los huecos posibles, y si no se puede, no pasa nada, mañana entreno más. Los entrenamientos se tienen que adaptar como un “guante a una mano”.

Aunque las carreras son en domingo, no perdemos el sentido principal de este día, y solemos buscar la misa de algún pueblo cercano.

En una de las primeras carreras en que competí, me encontré con un conocido y empezamos a hablar del atletismo popular, que está de moda, de la cantidad de personas que lo está practicando, de lo bueno que es para quitarse el “stress” diario... y cuando hablamos de los entrenos me contaba que salía a correr 4-5 días a la semana y que 2-3 de ellos se levantaba a las 5.30 a.m. para entrenar. Lo tiene que hacer así porque tiene tres hijos y no puede de dejar de atenderlos porque cuando llega a casa de trabajar, se tiene que ocupar de los baños, preparar la cena, ayudarles en los deberes de clase, etc. Nos ayudamos entre los dos a llevar las cosas con orden, sabiendo poner las aficiones al servicio de la familia.

Tiempo de espera,en la maratón de Madrid.

En carrera también ocurren situaciones muy emocionantes, donde salen a relucir virtudes. Me acuerdo un año que un amigo y yo nos habíamos preparado para correr la maratón de Sevilla con idea de hacer la misma marca. A nuestro grupo se unió otro que sólo quería hacer media maratón buscando hacer un buen tiempo también. Pues bien, mi compañero tuvo problemas intestinales y en el kilómetro diez se tuvo que parar. El que sólo corría media maratón rápidamente se dio cuenta de la situación y, obligándome a seguir corriendo, se quedó con mi amigo para acompañarle hasta que se recuperara. Posteriormente siguieron corriendo juntos hasta acabar la maratón. Ese año conseguí la mejor marca que tengo hasta ahora.

Las marcas ayudan, la competición me hace crecer. Con el deporte, con el trabajo y, fundamentalmente, a través de la familia, es como trato de convertirme en mejor persona, de avanzar en la carrera importante, la de la santidad. Además, tengo la suerte de ser, con mi mujer, el “personal trainer” de estos magníficos cinco hijos que Dios nos ha enviado.