Un párroco de una zona semi-rural rodeado de amigos

Párroco de un barrio semi-rural de Montevideo, relata la preocupación de sacerdotes del Opus Dei por acompañar a sus colegas que se encuentran más solos o necesitados de apoyo

Conocí el Opus Dei en 1979, al poco tiempo de llegar a la Parroquia Santa Teresita a través de un sacerdote de la Obra que me invitó a conocer La Cantera, casa de retiros que está a 4 km. de la parroquia y dentro de la jurisdicción. Me invitó también a participar de los retiros mensuales para sacerdotes que allí se realizaban.

Al concurrir fui recibido con gran cordialidad y sentido fraternal; desde el primer día me encontré como si fuéramos compañeros desde siempre. El hecho de encontrarme a la vez con tantos sacerdotes diocesanos fue una gran alegría. El clima de fe y devoción de los retiros me impactó, la riqueza de reflexión de las pláticas revivió en mi el gusto por las cosas de Dios ya conocidas, pero siempre nuevas, la oración ante el Santísimo Sacramento, como invitando a la intimidad con el Maestro.

Luego el almuerzo y la sobremesa que dan lugar a compartir mil anécdotas vividas en la vida de seminario o en los tiempos pasados de vida apostólica. Todo esto aviva la amistad.

Pero este trato fraterno no se limitó a los encuentros mensuales. Hicimos con el Padre Gonzalo Bueno –uno de los dos sacerdotes enviados a Uruguay para iniciar la labor por San Josemaría- algunas romerías, o sea caminata, a una capilla distante de la parroquia rezando el rosario, como homenaje a la Virgen. En La Cantera cuántas veces compartimos un almuerzo cuando él tenía que predicar algún retiro y luego rezamos un rosario. Así nos fuimos haciendo compañeros y amigos. A decir verdad nunca encontré en estos coloquios ninguna crítica hiriente y menos sistemática contra alguien; y sí siempre una oportunidad para clarificar algo y vivir en fidelidad a la Iglesia.

He encontrado mucho apoyo en grupos de jóvenes vinculados al Opus Dei, de catequistas, que se acercaron para colaborar en las capillas

Muy buena impresión me dieron en Don Gonzalo y los diversos sacerdotes de la Obra que he tratado en el interés por los sacerdotes que se podían encontrar más solos o necesitados de apoyo, incluso visitándolos en el Hogar Sacerdotal. Leyendo sobre la vida de San Josemaría pude percibir de dónde venía esa preocupación: durante toda su vida tuvo esa inquietud latente y puso todos los medios para concretarla en hechos y transmitirle a sus hijos esa misma necesidad.

Viviendo en una parroquia semi-rural, yo me sentía apoyado en lo espiritual, animado a la Confesión frecuente que tanto me ha ayudado a vivir mi sacerdocio, valorando así la santidad como un tesoro escondido aunque soy consciente de mi poca respuesta frente a ese ideal.

No sólo en los sacerdotes de la Obra he encontrado ese apoyo, sino también en grupos de jóvenes vinculadas al Opus Dei, de catequistas, que se han acercado para colaborar en las capillas de la Parroquia con verdadera abnegación y humildad.

Las catequistas, antes de empezar, recorrían las casas del barrio invitando para la catequesis; luego venía el trabajo con los padres de los niños; después con los grupos de perseverancia. Un año por iniciativa propia, sin que yo se los pidiera, los hermanos de una catequista trajeron todo y pintaron la capilla en vísperas de una Primera Comunión.

Años antes, un grupo de jóvenes arregló una capilla de terrón, en Camino La Ermita, casi el Sembrador, en los límites del Dpto. de Montevideo, a orillas del arroyo Toledo; hoy esa capilla cuenta bastante más de 100 años.

Cuántas veces me han llegado juicios negativos sobre el Opus Dei, como que se dedica a los ricos; los hechos me han mostrado un acercamiento y un amor a los humildes no desde arriba, sino con sencillez, como hermanos, y así lo ha vivido la gente de Instrucciones y Mendoza, donde está la Capilla Ntra. Sra. Aparecida.

Un sacerdote de la Obra, a través de cerca de 20 años, ha ido sembrando la Palabra en el retiro mensual con un grupo de señoras de la Parroquia que han perseverado participando en la vida parroquial con diversas obras de asistencia a la gente carenciada de la zona. Han ido viendo que su vida concreta de cada día, su trabajo de amas de casa, de atención a las familias y al medio en la medida de sus posibilidades, es un verdadero camino de santidad. Así cada celebración ha sido una ocasión de enriquecimiento en profundizar la Palabra de Dios.

Pbro. Nuble Alonso, sacerdote diocesano