“Lo que más admiro del mensaje de San Josemaría es el sentido del dolor”

Es madre de seis hijos, trabaja los siete días de la semana, pero además los sábados y domingos 14 horas diarias para poder sostener junto a su marido a la familia. En su profesión tiene como convidado inevitable al dolor de sus pacientes. Agradece a San Josemaría el no volverse insensible ante el sufrimiento de los demás

Soy fisioterapeuta desde hace 20 años. Me casé y me fui a vivir a Sarandí del Yi donde estuve estudiando unos años medicina y cuando tuve mi cuarto hijo empecé a ejercer mi profesión. Trabajo de lunes a domingo, ocho horas entre semana y 14 horas los sábados, los domingos y los feriados. Tengo 6 hijos, el mayor de 17 y la más chica de apenas un mes y medio.

Conocí el Opus Dei cuando tenía 17 años a través de una compañera de estudio, pero como era del interior, de la localidad de Los Cerrillos, debía viajar para poder participar de las actividades que se realizaban en la Residencia del Mar y había muy mala locomoción hacia Montevideo, tanto que a veces para estudiar tenía que ir a dedo. Eso llevó a que no frecuentase demasiado los medios de formación. Pero al año siguiente logré una beca para estudiar en Montevideo y pude participar con más frecuencia. Lo que más me atrajo de la residencia fue el ambiente, me sentía muy cómoda, fui haciendo amistades. De a poco fui profundizando en el mensaje del Opus Dei.

Actualmente a mí me da mucha fuerza el tema de la santificación del trabajo. En mi caso concreto estoy mucho tiempo con muchas personas enfermas, con situaciones muy estresantes, y me ayuda a sobrellevarlo de una manera admirable no por mí si no porque aprovecho lo que me dan.

Estoy mucho tiempo con personas enfermas (...) y me ayuda a sobrellevarlo de una manera admirable no por mí, sino porque aprovecho lo que me dan

Trabajo muchas veces con pacientes de CTI, muchos de ellos con afecciones neurológicas importantísimas. A mí lo que más me llega del mensaje de San Josemaría es el sentido que supo encontrar al dolor, me da mucha paz saber que ese dolor ofrecido a Dios sirve para algo. Es durísimo ver sufrir gente. Trabajar siempre con el dolor te puede volver insensible, y entonces saber que tiene un sentido me ayuda a no deshumanizarme. Creo que si yo no tuviera la formación que recibí, vería todo muy negro. Uno aprende a ponerse en el lugar del otro y los enfermos siempre agradecen que uno se preocupe por ellos.

El beato Josemaría tenía al dolor como una fuente de alegría, “bendito sea el dolor, alabado sea el dolor”, solía repetir, y decía que cuando pasaba un día sin cruz no se sentía querido por Dios. El no lo veía como un castigo sino como una bendición y eso me ayuda mucho. Ese saber que frente a las contrariedades y a las dificultades uno le puede encontrar ese otro sentido sobrenatural.

Para mí el beato Josemaría no es sólo un padre como sacerdote sino como papá. Lamento a veces no recurrir más a él. En las dificultades económicas, por ejemplo, lo encaro muy descaradamente para que me ayude, y en las situaciones más insólitas lo estoy invocando. Me acuerdo que una vez, volviendo de trabajar y pasando por el supermercado vi que rifaban una bicicleta. Pensé enseguida en los chiquilines, en qué bueno sería que tuvieran una, pero en ese momento no estábamos en condiciones para comprarles. Entonces de una manera de lo más natural le pedí a San Josemaría: "Padre, no se las puedo comprar, ¿por qué no nos sacamos el premio?". Y bueno, salimos sorteados.

Es complejo atender mi familia y mis ocupaciones profesionales, con tanta carga horaria. Hago lo que puedo y después pongo el resto en las manos de Dios

Una cuestión compleja es procurar atender a mi familia sin descuidar mis ocupaciones profesionales, que tienen una carga horaria muy importante. Y la verdad es que lo único que hago es hacer lo que puedo y después poner el resto en las manos de Dios. Lo que no puedo, que son muchísimas cosas, lo pongo en las manos de Dios y en las manos de la Virgen. Es que si no estaría loca, no lo soportaría.

Carolina Prando, Fisioterapeuta // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002