La alegría de servir

Vivía en campaña y de joven resolvió viajar a Montevideo para hacer unos pesos e instalar una peluquería; comenzó a trabajar como empleada del hogar, luego conoció el espíritu del Opus Dei y “el valor que San Josemaría daba a la igualdad de los trabajos, fuera el que fuera”; hoy es una empleada del hogar enamorada de su profesión

La primera vez que oí hablar del Opus Dei fue atendiendo una llamada telefónica equivocada en el año 1967. Trabajaba entonces en una casa de familia como empleada del hogar, pero había venido a Montevideo desde el interior a trabajar con la intención de hacer dinero para en poco tiempo poner una peluquería. También me vine porque no tenía mucha seguridad de lo que quería hacer y ese era un modo de escapar de la presión de mi familia que quería, con toda razón, que decidiera qué iba a hacer en la vida.

Recuerdo que le pregunté a la suegra de quien era mi patrona que quería decir esa palabra tan rara: Opus Dei. Y ella, que era de la Obra, me explicó que como eran vecinos nuestros, por eso se habían equivocado en la llamada telefónica.

Después esta señora que era muy buena y hacía apostolado conmigo, me consiguió otro trabajo en la casa de una supernumeraria del Opus Dei, quien me contaba de sus hijas, que eran numerarias y me explicaba un poquito de qué se trataba eso.

En abril de ese año empecé a ir a unas clases a Del Plata, que en ese momento era una Escuela Hogar. La verdad es que las clases mucho no me importaban porque los libros mucho no me gustaban, pero enseguida me di cuenta que había otro entorno, un ambiente muy cristiano que percibí desde que había conocido a esta señora.

Al haber salido del campo, tengo un grandísimo amor por el campo y venir a Montevideo a trabajar en una casa de familia fue una experiencia muy nueva. Además, cuando llegué a Montevideo me chocó que la gente que se dedicaba a los trabajos más sencillos y manuales no estuviera bien vista ni reconocida. En campaña estas situaciones no las había visto, compartíamos con gente que tenía mejores medios económicos, íbamos todos a la misma escuela, y a mí esto me chocó mucho. También se daba mucho debido a las circunstancias de aquellos años -1968, 1969- en que los jóvenes con toda buena intención queríamos cambiar el mundo.

Lo primero que encontré en el Opus Dei fue el valor que San Josemaría daba a la igualdad de los trabajos, a la dignidad de los trabajos y a realizarlos con profesionalidad, fuera el que fuera, ya sea el oficio más sencillo y más humilde. Entonces eso, la verdad, a mí me volvió loca.

Creo con firmeza en la Providencia: Dios te pone allí donde tenés que ir. El primer paso lo da Dios, no hay azar, entendí que si había llegado a Montevideo no había sido porque sí, entonces fui viendo que Dios te va poniendo la gente, te va poniendo las circunstancias, a veces dolorosas. En aquella época, por distintos motivos tuve grandes sufrimientos, sobre todo por eso mismo de que los jóvenes estábamos un poco desorientados y también porque tenía gran dificultad para decidir mi vida futura. Entre los 18 y 19 años necesitaba una respuesta al por qué y para qué de mi vida.

Al tiempo de conocer el Opus Dei me enteré que yo también podía pertenecer a la Obra ejerciendo mi profesión de empleada del hogar. Nuestro Padre no se cansó nunca de elogiar la dignidad de este trabajo y decía que era el apostolado de los apostolados. Yo al ir entendiendo el espíritu del Opus Dei puse todo mi esfuerzo en profesionalizar al máximo mis tareas, porque estas labores que ahora veo que tienen una repercusión social muy grande -ahora ser cheff es importantísimo, en mis años no- yo ya lo veía así porque San Josemaría nos ayudaba a soñar con nuestra profesión. Nos decía que podíamos hacer mucho por los demás y que teníamos que estar orgullosas de nuestro trabajo. Yo pienso que siempre lo estuve, pero veía que a veces eso costaba. Veía que mis amigas a veces decían que trabajaban como empleadas del hogar pero aclaraban que también estudiaban inglés, como diciendo que lo segundo era lo más importante, y eso me daba un poquito de rebeldía.

Además, yo no me siento capacitada para hacer una sola cosa, me encanta un rato limpiar, un rato hablar por teléfono, voy a hacer compras, recibir a una persona, despedirla, humanamente es lo que me gusta.

Ahora trabajo en la administración de un centro del Opus Dei. Y como decía San Josemaría, pienso que es el mejor apostolado porque nosotros participamos de todo. Si yo me dedico a cuidar de las personas que viven en un centro de la Obra, de su comida, de la casa, el apostolado que esa persona salga a hacer en la Universidad, en la oficina, en el campo, en el lugar que sea, es en parte mío. Es un poquito el papel que hacen las madres: los hijos triunfan y nadie piensa que la mamá le cebó mate, le sirvió café de noche para que estudiara, le lavó la ropa, lo llamó para que se levantara. El que triunfa es el hijo pero en cambio la grandeza es de la madre. También San Josemaría nos inculcaba a hacer el trabajo oculto, sin que se note. Esto también era parte de su propia lucha por ocultarse y desaparecer, esto me enamora, saber que hiciste un trabajo y nadie sabe que fuiste tú.

Gracias a Dios pude conocer a Josemaría Escrivá en el año 1974, cuando viajó a Chile. Lo vi los 11 días que estuvo allí, lo vi muchas veces porque yo trabajaba en la administración del centro donde él vivía.

Allí pude ver que el Padre es muy padre y que siempre estaba muy atento de las cosas pequeñas. Al llegar, inmediatamente nos dijo que había un escalón en el que nos podíamos caer porque era resbaloso. El día que llegó tuvimos un encuentro con él y fue muy bonito porque en medio de la conversación preguntó dónde estaba esa hija uruguaya que sabía que estaba en Chile. Una cosa que a mí me impresionó mucho fue la energía que veías en él cuando estaba con gente y como cuando estaba en su casa se lo veía desgastado y muy cansado. Pero cuando tenía que hablar con los demás daba todo, animaba, explicaba el espíritu del Opus Dei y después se lo veía destruido.

María Inés Torres, Empleada del hogar // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002