"Hoy en día la Obra me acompaña en la locura diaria"

Conocía la Obra por “comentarios de todo tipo” pero se ennovió con un miembro del Opus Dei. Desde los prejuicios pasó a quererla aunque no le caía simpática. Y luego terminó pidiendo que la inviten a medios de formación. Hoy ella también es del Opus Dei e intenta compaginar su trabajo en el BHU con la educación de sus seis hijos

Conocí la Obra en 1987 cuando me puse de novia con el que hoy es mi esposo. Antes había oído hablar del Opus Dei y escuchado comentarios de todo tipo. Recuerdo con mucho cariño la primera salida, que en realidad pareció más un programa de preguntas y respuestas. Yo al principio tomaba lo que me decía mi novio como carteles ilustrativos que colocaba con alfileres sobre una gran arpillera.

Pasó el tiempo y empecé a querer a la Obra como alguien que la mira desde afuera: la quería porque mi marido era parte de ella. La quería como se empieza a querer al novio de una gran amiga, aunque al principio a una no le cae simpático. Pero claro, la amiga se pone de novia, luego se casa y al final una comienza a aceptar y más tarde a querer al que eligió como marido. Así es como me interesé por la Obra, poco a poco, conociéndola más y siempre queriéndola como si fuera una hermana.

Me casé en 1990 y dos años más tarde tuve la oportunidad de ver la ceremonia de Beatificación de Josemaría Escrivá por televisión. Después realicé un viaje y aproveché a visitar a unos parientes que estaban residiendo en Italia. Junto a una hermana mía que vive allí visitamos la Iglesia Prelaticia de Santa María de la Paz, en Viale Bruno Buozzi 75, donde reposa el cuerpo del Beato Josemaría. Yo estaba embarazada de mi segundo hijo, hacía mucho calor, estaba realmente cansada por el viaje, y sin embargo tal situación no empaña el recuerdo de felicidad y la sensación de paz que allí reinaba. Nos llamó mucho la atención el buen recibimiento que nos dieron y sólo habíamos mostrado como carta de presentación la estampa de la oración para la devoción privada del Beato.

Hoy día vivo en Sayago, soy madre de seis pequeños hijos, y desde hace poco más de un año soy de la Obra.

Antes, las oportunidades para conocer la Obra eran a través de mi esposo. Después pude ver películas del Santo, que me emocionaban y me emocionan mucho. Sólo de pensar en sus palabras y con el cariño que las decía, la claridad de sus enseñanzas y la oportunidad de ver a ese sacerdote que hoy está en los altares, me llevaba a que se me haga difícil terminar la película, ya que cuando se encendían las luces de mis ojos seguían brotando lágrimas, ¡que papelón!

En casa mis hijos conocen la Obra, les contamos anécdotas de San Josemaría, saben que es parte de nuestra familia y que ocupa un lugar importante

Pasado el tiempo, sentía cada vez más la necesidad de realizar un retiro espiritual, pero no se daba la oportunidad, nadie me invitaba. Así que poco antes de la Semana Santa del 2000, animada por mi esposo, llamé para saber cómo se realizaba la inscripción, el lugar, hora, etc. Así fue. No conocía a nadie, no era lo importante. Durante el retiro me di cuenta de la delicadeza y el cariño con que se trataban todas las cosas de Dios. Qué hermosura, un retiro espectacular, sentía como que el sacerdote me hablaba sólo a mí ¡Qué horrible!, me movió el piso, despertó en mí la necesidad de un compromiso mayor.

Pasó el tiempo y no me llegaba ninguna invitación a participar a otra actividad en un centro de la Obra. Así que una vez más, llamé. Al poco tiempo fui cooperadora de la Obra y luego pedí ser parte de ella. Seguramente todo esto se dio gracias a las oraciones de mi esposo y yo por no estar atenta al llamado, lo hice rezar 13 años.

Hoy en día la Obra es parte de mi vida, comparte la vida de familia, las horas de trabajo, en el hogar y en la oficina, y en los pocos ratos de estudiante que tengo; en pocas palabras: “en la locura diaria”. El día comienza temprano, para adelantar lo más posible antes de que los niños se despierten. Luego mientras los atiendo, procuro enseñarles y formarlos, procuro que se ayuden entre ellos. Lo importante frente a todo esto es mantener la calma, la paciencia y no olvidar la sonrisa: no es fácil y lucho por tratar de hacerlo.

Seguramente todo esto se dio gracias a las oraciones de mi esposo: lo hice rezar 13 años

Luego, después del almuerzo contra reloj, con mi marido dejamos a los niños en el colegio y seguimos rumbo al trabajo, en el Banco Hipotecario. Allí mi trabajo es muy distinto a lo que hago en casa. Regreso a las 20 horas, la cena, los deberes, y la lucha por que los niños se acuesten. Se pasó el día... si tendré que aprovechar cada instante.

En casa mis hijos conocen la Obra, les contamos anécdotas de San Josemaría y de Don Alvaro, saben que es parte de nuestra familia y que ocupa un lugar importante. El 9 de enero para la misa de celebración del centenario del nacimiento de Josemaría Escrivá, le comunique a mi hijo mayor, de 11 años, que nos encontraríamos en la puerta de la iglesia ya que con mi marido iríamos directo desde el trabajo. Al encontrarnos, lo veo parado, impecable, me saluda y me dice: “me bañe, me puse la camisa para los casamientos y me peiné con gomina, hoy es una misa especial”.

Rosa Falero de Lezama, Funcionaria del Banco Hipotecario // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002