“Hay una sola raza, la raza de los hijos de Dios”

Hace ya tres años que dejó Montevideo para iniciar la labor apostólica del Opus Dei en Sudáfrica. Hoy está en la primer residencia interracial de ese país y se asombra por como gentes tan distintas pueden vivir un mismo espíritu

Muchas cosas llaman la atención en la vida y escritos del Fundador del Opus Dei, pero si hay algo que siempre me sorprende es cómo el espíritu del Opus Dei encanta a gente tan variada; cómo Dios planea las cosas para que personas tan diferente vivan un mismo espíritu.

Rainbow Nation es como llaman a Sudáfrica justamente por la variedad de colores y culturas que convergen en un mismo sitio. Cuando llegó la Obra a este país muchos comentaban que era providencial por el momento de transición que se vivía. Un hombre que nació en 1902, San Josemaría, decía también a los sudafricanos que es posible vivir juntos respetando cada uno su propia cultura.

El año 1998 supuso para mí un cambio fuerte, un descubrir otro capítulo en el libro de nuestra biografía personal. El Opus Dei comenzó a desarrollarse en Sudáfrica con personas de exactamente cuatro continente diferentes, que continuamos así un camino abierto por las oraciones y mortificaciones de San Josemaría.

Si hay algo que siempre me sorprende es cómo el espíritu del Opus Dei encanta a gente tan variada

Hay un hecho que hay que dejar claro: venir a África no es fácil porque África roba el corazón. Y África también se había robado el corazón del Fundador de la Obra: hay muchas anécdotas y fotos que así lo atestiguan. “Hay una sola raza, la raza de los hijos de Dios”, repitió hasta el cansancio Nuestro Padre luchando así contra todo tipo de segregación racial. Quizá hasta por ello sentía un amor especial por este continente.

Por las circunstancias que ha vivido Sudáfrica respecto a la separación racial, en este país hay mucho por hacer. Llama la atención cómo personas de diferentes culturas, colores, religiones, se van encariñando con el espíritu del Opus Dei.

Cuando escribo estas palabras me viene a la mente lo que decía el Fundador de la Obra: que es Cristo quien se mete en tu vida sin pedirte permiso. Iniciando la labor del Opus Dei en un nuevo país uno entiende mejor el diálogo de San Josemaría con una azafata en un avión, cuando ella le daba las gracias por el Opus Dei y él, en su profunda humildad, le dijo que él simplemente era el sobre de la carta, y que recibido el mensaje el sobre se tira a la papelera. Pues eso se hace realidad cuando uno comienza en un nuevo lugar: son muchas las anécdotas del impacto que les produce, por ejemplo, leer un libro del Fundador, sobre todo Camino.

Venir a África no es fácil porque África roba el corazón. Y África también se había robado el corazón del Fundador de la Obra

Cuando llegamos las mujeres de la Obra aquí a Sudáfrica ya había mucho camino recorrido. El Fundador de la Obra decía que para empezar en un lugar lo que les daba a sus hijas era la bendición, una imagen de la Virgen y un evangelio. Pues cuando empezamos aquí tuvimos también la alegría de venir acompañadas por más de 80.000 personas que rezaban por nosotras desde todo el mundo para abrir surco aquí. Por eso somos conscientes que no somos las que hemos comenzado la Obra en este país, sabemos que han sido esas miles de personas que en un lugar u otro ofrecen su trabajo, sus alegrías y dolores por las intenciones que el Prelado tiene en su cabeza y corazón.

Aterrizamos en Sudáfrica el 16 de Diciembre de 1999 por la noche: cuando entramos a la casa, pudimos ver que algunas señoras se habían ocupado de limpiarla y otras de llenar la pequeña despensa. Al día siguiente nuestra gran ilusión era preparar la mejor sala de la casa para tener un pequeño oratorio y poder celebrar la Santa Misa ese mismo día en ese nuevo centro de la Obra, y fue posible. Los primeros días nos sirvieron para familiarizarnos con el barrio, acostumbrarnos a conducir del otro lado (aquí es como en Inglaterra) y también para que algunas de nosotras comenzáramos a aprender el idioma. Ya desde los primeros días algunas familias nos invitaban para darnos la bienvenida y para contarnos un poco acerca de la realidad del país.

Ya al poco tiempo de instaladas quisimos empezar con las actividades y empezamos a invitar chicas para asistir a una meditación que predicaría un sacerdote de la Obra: muchos preparativos, mucha ilusión... y cuando llegó la hora señalada no apareció nadie. Dijimos que la segunda sería la vencida, y no lo fue. Pero la tercera sí: vinieron unas pocas chicas de todos los colores que nos hicieron soñar con esos cientos y cientos que vendrán tras ellas.

Ahora, mirando hacia delante, nos damos cuenta que hay mucho por hacer. San Josemaría siempre nos dijo que se debe roturar la tierra con sacrificio, con oración, que si la semilla no se entierra, no da fruto. Y claro que a veces nos cuesta ver que ese sacrificio es que hay que aprender una lengua nueva, o hay que habituarse a distintos modos de ser o simplemente pasar un día y otro con un mismo trabajo monótono. Pero es esto lo extraordinario de lo ordinario, no dejar pasar la lucha por la santidad en lo heroico que tiene lo cotidiano.

Agueda Colom, de Uruguay viajó a iniciar el Opus Dei en Sudáfrica // Libro "San Josemaría y los uruguayos", año 2002