Desarrollo y Asistencia

Desarrollo y asistencia es una ONG de voluntariado que trabaja en Madrid (España). Sus voluntarios acompañan a enfermos en hospitales, a personas mayores que viven solas, a chicos discapacitados, a "sin techo", y a enfermos terminales con poca esperanza de vida.

“Yo llevo once años en esta ONG -cuenta Elvira Bernardo de Quirós, Directora de Voluntariado-. Comenzamos un pequeño grupo de veinte personas, muy ilusionadas. Poco a poco hemos ido creciendo hasta la situación actual, en la que contamos con cerca de mil doscientos voluntarios. Si no fuera por ellos, la ONG no podría salir adelante por mucho que nos esforzáramos los que trabajamos en la sede.

Es una maravilla poder contar con tantas personas bien dispuestas, y aprender tantas lecciones de generosidad, porque saben encontrar tiempo entre sus muchas obligaciones familiares y profesionales. He aprendido mucho de los voluntarios y de las personas que atendemos: por ejemplo, a no crearme necesidades”.

“Yo llevo sólo dos años –comenta María del Valle Pinaglia- y lo que al principio era una tarea de voluntariado se ha convertido en mi trabajo profesional. Este trabajo me ha dado la oportunidad de hacer realidad mi deseo de ayudar a los demás. Hasta ahora, como tantas personas, sólo había colaborado en campañas puntuales, por ejemplo las que se organizan cuando hay algún desastre… Deseaba hacer más y de forma continuada, y eso lo encontré en DA.

A lo largo de estos años de trabajo he descubierto unas realidades muy distintas a la que nos presentan los medios de comunicación, que se centran con tanta frecuencia sólo en la presencia del mal en el mundo. Además del mal, existe el bien: hay muchas personas generosas que se desviven para ayudar a los otros. Lo que sucede es que el bien es silencioso y el mal suele produc¡r mucho ruido.

Eso no me lleva a diferenciar el mundo en “buenos” y “malos”, sino a constatar una realidad: el voluntariado ayuda a sacar de cada persona, con sus virtudes y defectos, lo mejor que tiene dentro.

Durante este tiempo he visto a muchos hombres y mujeres, voluntarios de todas las edades, que trabajan con esfuerzo para poner cariño en el trato con las personas necesitadas. Tienen con ellas detalles de auténtico amor, aunque esa palabra a algunos les pueda parecer cursi. No se trata de acciones puntuales y aisladas, sino de una atención continuada, semana tras semana, con las mismas personas, con las que acaban estableciendo unos lazos de cariño muy fuertes.

Dirijo el Programa de Atención a chicos con discapacidad. Unos les acompañan en sus salidas de ocio y tiempo libre o les atienden en sus domicilios. Aprendemos muchos de esos chicos que conservan una alegría llamativa en medio de sus limitaciones. Son particularmente agradecidos y tienen muchos deseos de vivir y de aprender. Sólo necesitan un poco más de ayuda por parte de todos. Estamos apoyando cada vez más a las familias de esos chicos.

Juan Pablo II hablaba de las “nuevas pobrezas” de nuestro tiempo, y una de ellas es la pobreza de la soledad, como la que sufren tantas mujeres ancianas y sin hijos, que al enviudar se quedan muy aisladas… He visto como gracias a la ayuda de los voluntarios, muchas personas han ido superando las tremendas consecuencias de la soledad a la que habían llegado por diversas causas.

El espíritu del Opus Dei me ayuda a ver a Cristo en cada una de las personas que atendemos. Me alienta, con suavidad pero con claridad, a darme a los demás.