50 años en Uruguay

Se cumplen cincuenta años del día en que desembarcaron en el puerto de Montevideo, procedentes de España, dos jóvenes sacerdotes del Opus Dei: Agustín Falceto y Gonzalo Bueno

Montevideo, capital de Uruguay

Con el beneplácito del cardenal Barbieri, arzobispo de Montevideo, habían sido enviados por san Josemaría Escrivá, para comenzar la implantación apostólica del Opus Dei en nuestro país. Las “Bodas de Oro” de aquellos inicios son un motivo de profundo agradecimiento a Dios, que será compartido por cuantas personas tratan de realizar la llamada a la santidad en la vida ordinaria, que descubrieron al conocer el espíritu del Opus Dei.

LOS COMIENZOS

Cuando llegaron a Montevideo, los dos sacerdotes se instalaron en una antigua casa de Bulevar Artigas y Canelones, que poco tiempo antes había alquilado el P. Ricardo Fernández Vallespín, otro sacerdote que, desde Buenos Aires, periódicamente viajaba a nuestra ciudad para dar los primeros pasos. En sus viajes había detectado la necesidad de alojamiento para los estudiantes del interior que venían aquí a hacer la universidad y pensó que ese podría ser un servicio que el Opus Dei estaría en condiciones de prestar. Planteó la idea al arzobispo y a san Josemaría, y quedó definida la labor apostólica con la que se comenzarían a dar los primeros pasos en Uruguay.

P. Gonzalo Bueno, P. Ricardo Fernández Vallespín y P. Agustín Falceto, el 21 de octubre de 1956, frente a la casa de Br. Artigas y Canelones

La vida universitaria les resultaba familiar al P. Agustín y al P. Gonzalo, desde el momento en que el primero era Químico de profesión y Médico oftalmólogo el segundo, ambos habían obtenido el doctorado en Derecho Canónico, y habían vivido en residencias universitarias promovidas por san Josemaría en sus respectivos lugares de estudio: Zaragoza y Salamanca. Sin embargo, poner en marcha la residencia que se llamaría Iará, no fue nada fácil. Baste indicar que, después de conseguir con mucho esfuerzo instalar el oratorio de la casa y los muebles imprescindibles, recién en marzo de 1958 pudo inaugurarse con la modesta cifra de cuatro residentes.

No obstante, fue suficiente para que, poco a poco, un buen número de liceales y universitarios empezaran a tener acompañamiento espiritual con los dos sacerdotes, que iban desmenuzando de manera práctica cómo responder a la llamada a la santidad que Dios hace a todos los bautizados.

Fueron las residentes de Del Mar y los residentes de Iará quienes se encargaron de contagiar el espíritu del Opus Dei en sus lugares de origen

Asimismo, en esos primeros meses debieron explicar que el Opus Dei es una institución integrada casi en su totalidad por laicos, pues los sacerdotes son apenas un dos por ciento del total. La mayor parte de sus miembros son hombres y mujeres casados, aunque hay otros que permanecen célibes pues eso les permite tener una mayor disponibilidad para atender diversos emprendimientos: una residencia, una escuela agraria, una universidad... Explicarían también que esas iniciativas apostólicas constituyen, para quienes las dirigen, un verdadero trabajo profesional en el que cada uno corre con la responsabilidad de sus decisiones... Estas y otras ideas debieron exponer los dos sacerdotes en los primeros tiempos a los muchachos y a las personas que iban conociendo, aunque reclamando “un acto de fe”, ya que sus interlocutores sólo los veían a ellos, sacerdotes...

Esto fue así hasta que, meses después, llegaron a Montevideo un químico, un estudiante universitario y algunas mujeres del Opus Dei, desde Argentina y España. Con el arribo de estos laicos, la difusión del espíritu del Opus Dei cobró un fuerte impulso.

CINCUENTA AÑOS

A lo largo de cinco décadas, la oración de san Josemaría y su presencia llena de ánimo y de sentido sobrenatural ha sido constante. Hasta el 26 de junio de 1975, mediante sus cartas y conversaciones con quienes lo veían en Roma, repetía convencido y convenciendo: “¡Soñad, y os quedaréis cortos!”. Después de irse al Cielo, su deseo incumplido de venir al Uruguay se concretó en una cercanía evidente con todos los que se dirigen a él desde esta tierra, pues su devoción ha arraigado en muchos miles de uruguayos.

A su vez, en estos cincuenta años su espíritu se ha difundido en toda la República: fueron las residentes de Del Mar y los residentes de Iará quienes se encargaron de contagiarlo en sus lugares de origen.

Hay que dar gracias a Dios porque desde aquel 20 de octubre de 1956 hasta hoy, mujeres y hombres que se han formado en el espíritu de san Josemaría Escrivá –en síntesis: trabajo bien hecho, por amor a Dios y con espíritu de servicio al prójimo, vida de oración y preocupación apostólica-, aun con limitaciones y errores, tratan de ser fermento de vida cristiana en todos los ambientes. Algunos de ellos junto con otras personas que comparten los mismos ideales han puesto en marcha centros de enseñanza de todos los niveles y para todos los niveles de la sociedad, y han pedido a la prelatura del Opus Dei que asuma la orientación espiritual y doctrinal de esas actividades.

Otro motivo de gratitud a Dios y de alegría es el hecho de que fieles de la prelatura que conocieron aquí su espíritu, han ido a trabajar a 15 países distintos. Por lo demás, son 16 los sacerdotes uruguayos del Opus Dei que desempeñan su ministerio en Uruguay y en otras naciones.

En este aniversario agradezco la oración de los lectores de Entre Todos, mientras le pido a san Josemaría que sepamos, cada día, hacer realidad su enseñanza: “ mi único deseo es servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida ”.

Mons. Enrique Doval, Vicario del Opus Dei en Uruguay // Quincenario "Entre Todos", 14-X-06, Arquidiócesis de Montevideo